Cuando uno tiene niños en casa, llega un momento en que no sabe cómo ingeniárselas en verano y en las vacaciones para mantenerlos ocupados, lejos de la televisión, los videojuegos y la vida sedentaria. ¿Y si os propusiéramos un plan que incluyera sostenibilidad, naturaleza, ejercicio y responsabilidad? ¿Pero y si además de eso os decimos que también incluye, mancharse de barro, mojarse con agua y familiarizarse con distintas especies de plantas y bichos?
Pues sí, os invitamos a crear un pequeño proyecto junto a los niños y plantar un huerto ecológico. Quienes no dispongáis de terrenos o jardín, podréis poner vuestro pequeño “macetohuerto” en el patio o en el balcón de casa, en distintos tiestos y jardineras ¡no hay excusas!
Es increíble la capacidad que tienen los niños de tomarse un proyecto en serio cuando se les da la oportunidad de: escoger, decidir y sobre todo, de responsabilizarse. La primera norma de nuestro huerto ecológico ha sido que los niños deciden qué quieren plantar, qué cantidades y en qué orden. Siempre tendremos que guiarles y además se dejarán guiar porque, para que engañarnos, a los niños no les gustan las verduras en exceso y en cuanto les preguntemos qué es lo que les gustaría plantar, no se les van a ocurrir más de dos o tres verduras y hortalizas. Aprovecharemos esta oportunidad para familiarizarnos con las que no comen y las que no conocen.
Nuestra elección fue amplia, y debéis saber que a los niños les gusta la variedad y el caos, por lo que debemos estar preparados para plantar de todo. Primero, porque así conoceremos las características de las distintas plantas (de hoja, de fruto, hortaliza, leguminosa…), segundo, porque les hemos permitido decidir y respetarlo y saciar su curiosidad es importante.
Empezamos por ir al mercado (podéis ir a invernaderos o cooperativas ganaderas) a ojear y a comprar las primeras plantas; tomates, pimientos y lechugas. Es importante ir plantando la huerta poco a poco, esto hace que se invierta el tiempo justo cada día, sin convertirlo en un trabajo muy duro y largo. Cuando cometemos el error de alargar demasiado una actividad, deja de ser atractivo para los niños; debemos dejarles siempre con ganas de más. Lo bueno de seguir esta dinámica es que según vas plantando a diario las verduras escogidas, ya puede verse el crecimiento de las primeras plantas del huerto y esto convierte el proyecto en algo más dinámico y emocionante.
En las primeras semanas de nuestro huerto ya habíamos plantado: tomates, pimientos, lechugas, vainas, acelgas, cebolletas, fresas, pepinos, calabazas, calabacines, berenjenas, sandias, cayenas, girasoles y un pequeño jardín con flores y hierbas aromáticas.
No plantamos un exceso de cada verdura, no olvidemos que es para consumo propio y que no debe resultar una carga de trabajo importante porque acabaremos responsabilizándonos de ello solo los adultos y no es lo que queremos, por suerte, un huerto no da un trabajo excesivo gracias a la lluvia y el sol, probablemente solo debamos ir a regarlo en las semanas más secas y a mantenerlo libre de mala hierba moviendo la tierra.
Intentamos seguir un orden en la localización por especies, y por distancias (leguminosas en un área, hortalizas en otra…) para garantizar el crecimiento y poder el año que viene rotar la localización de cada especie y aprovechar todos los nutrientes de las tierra. ¿Por qué digo intentamos? Los niños son muy impulsivos y aunque le ponen muchas ganas y empeño, no siempre son capaces de seguir un orden, sobre todo cuando ellos no lo ven lógico. No impondremos demasiadas condiciones, ni insistiremos en que están plantando las verduras “mal”, recordad que es una actividad divertida para pasar tiempo con ellos, queremos motivarles a probar cosas nuevas y les diremos como “hacerlo mejor”.
¿Qué pasó en nuestro caso? Cuando terminamos de plantar el huerto, llegó un momento en que no sabíamos qué habíamos plantado donde, ni a qué correspondía cada planta. Es el riesgo de delegar la responsabilidad en los niños, pero diré que eso lo ha hecho aún más divertido. Nuestro huerto se convirtió en un huerto sorpresa en el que hemos ido descubriendo qué verduras habíamos plantado en qué lugar según iban floreciendo y saliendo los primeros frutos, sin hablar de que el caos lo convertía en un pequeño escenario salvaje digno de la mismísima Tanzania. Debemos aceptar que nuestro huerto no va a ser el más bonito, el más limpio ni el más ordenado, pero en nuestro caso al menos, está dando muchísimos frutos.
Además de conocer las distintas propiedades de los alimentos que hemos plantado, nosotros hemos descubierto otros factores muy importantes en el cuidado, el mantenimiento y el funcionamiento del huerto. Parte muy importante del mismo, son los insectos y aprenderemos muchísimo de ellos. Cuando hablamos de cultivar, sabemos que una de las principales amenazas son las plagas y nos centramos en ellas.
Al tener un huerto ecológico (libre de pesticidas, insecticidas o tratamientos tóxicos) nos será complicado hacerles frente y por eso, como aliadas tendremos a nuestras amigas las mariquitas. Aunque tengamos un adorable concepto de las mismas, las mariquitas son excelentes depredadores de otros insectos y ayudan a controlar las plagas. ¿Cómo podemos atraer a las mariquitas? Las mayores plantaciones de tabaco, rodean sus cultivos de girasoles porque atraen a estas peculiares amigas y ejercen de controladoras de plagas naturales. Por lo que decidimos plantar algunas pepitas que germinaron enseguida en nuestro huerto. Además de las mariquitas, otros animales como las lagartijas también nos ayudan en nuestra lucha con los pequeños insectos. Para atraer a las lagartijas, lo único que tendremos que hacer será una montaña de piedras en la que se puedan calentar al sol durante el día, y esconderse si se sienten amenazadas. Al gustarles el calor, se moverán por la tierra caliente del huerto en busca de sus presas.
No nos olvidemos de nuestras aliadas más importantes, las abejas. Cuando además de cultivar verduras en el huerto, me pidieron poder plantar un pequeño jardín de flores, aunque al principio dudé, me pareció una buena idea. No sólo porque las flores sean decorativas, ni porque fuesen otra especie de plantas, sino que atraerían a las abejas. Sin ellas es muy probable que nuestro huerto no diera frutos, ya que son las responsables de polinizar las flores. Gracias a ellas podremos recoger los frutos de una rica variedad genética.
A los caracoles en cambio, les mantendremos alejados rodeando nuestras lechugas y acelgas (sus favoritas) de la borra del café o las cascaras de huevo que usualmente tiramos en casa. Estos, se adhieren al cuerpo del caracol y así no pueden deslizarse hasta las hojas, evitando que se las coman. Es muy importante no utilizar productos tóxicos no recomendados para el manejo de los niños, cuidaremos su seguridad ante todo.
Por suerte algunos frutos, son más tempranos que otros, y por eso cada vez que cuidemos el huerto encontraremos distintas flores y enseguida empezaran a crecer algunas pequeñas verduras, esto ayudará a mantener la atención y la curiosidad de los niños en seguir atendiendo las obligaciones que conlleva el cultivo y no abandonarlo por falta de interés. Además de la satisfacción que les proporciona recoger algo que han plantado y cuidado ellos mismos, hemos conseguido que estén más predispuestos a probar distintos alimentos. Les encanta regalarlos a familiares y amigos y se animan incluso a implicarse en cómo podríamos cocinarlos.
Pero lo que más les gusta sobre todo, es coger la manguera y la regadera, y regarnos los unos a los otros para quitarnos la tierra y limpiar las verduras que hemos recogido. Nada hay más divertido después de haber hecho un buen trabajo.
Fotografías: ©Batirtze Arrien y ©Dzanga photography
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